Texto publicado en el catálogo/libro online de
la muestra
Como ella es, la vida, el universo y todo lo
demás de Mariana
Guagliano.
Curada por Fabhio Di Camozzi. En el Museo Genaro
Pérez.
El
doble nudo, o sobre el deseo de nombrar la totalidad y el fragmento.
I
El archivo de vida/obra de
Mariana Guagliano se despliega sobre un pedestal clásico convertido en pasarela
de moda, que atraviesa tres salas del Museo Genaro Pérez. Lo que allí se nos
presenta son objetos tales como: bocetos de la escuela de arte; chalecos de su
marca Anit Aimes con todo su merchandising; dibujos enmarcados con un acabado
de obra cerrada; cartas dirigidas a un tal Walter
halladas en la casa de su abuela; pinturas de caballos
realizadas bajo su seudónimo Felicitas Ocampo; residuos de acciones; objetos de
su gusto. Todo allí parece estar en una misma categoría, con rasgos de no
querer jerarquizar las piezas como el pedestal escultórico y tampoco de querer
ser el sostén de un cuerpo en movimiento exhibiendo solo las últimas tendencias
de la moda.
El espacio de la muestra se sostiene
en un doble vínculo. Un nudo moda / artes visuales que se mantiene en tensión
en el trabajo de Mariana. Parece que su hacer correspondiera a un Doublé Bind[i], a la necesidad de
responder a una emisión simultánea de dos órdenes contradictorias, donde cualquiera de las dos demandas
que quiera cumplirse anula la posibilidad de cumplir con la otra. Por lo que
habría que renunciar a la
totalidad o mantenerse en el terreno del límite. Mariana atraviesa ese espacio límite
con su cuerpo, dirigido por un imaginario social e individual, que se tensiona entre conservar o
renovar y encajar o singularizarse sin tomar partido, sin tomar una decisión.
II
El accionar de Mariana, según
lo que podemos deducir de los textos que –rozando lo biográfico– acompañan la
muestra, toma el lugar de un microscopio de situaciones opacas con la intensión
de mostrar eso que está adentro de las cosas; o el lugar de una bordadora que
repara en el detrás del bordado, sin dejarse obnubilar por el lado positivo de
la imagen, con el deseo de develar en su hacer artístico lo que la vida misma
es. Siguiendo esa línea y sin ser la muestra un relato anecdotario, nos permite
preguntarnos sobre el sentido unívoco y cerrado del yo o sobre el sentido unívoco
de lo que la vida es. Una revisión del accionar retrospectivo de Mariana,
aunque amplio y heterogéneo, siempre es selectivo para dotar de un sentido
último a la vida.
¿Es posible mostrar lo que
una persona es con todo el sistema viviente que hay por delante y por detrás? ¿Es
posible mostrar el movimiento en los objetos inertes, mostrar la acción de vida
y no las cosas? ¿Es posible observar que las piedras pulsan y –quizá– cuestionar
lo que entendemos por vida?
A partir de la sintaxis
fragmentaria del archivo y de una exhibición cambiante que no pretende
simulaciones de clausura, se percibe un deseo vibrante de escapar del objeto
tanto como de las apariencias. El deseo de pertenecer a la vida y el peligro
siempre presente de petrificarse en las instituciones del campo del arte y de
la moda. La vida es, en todo caso, esa imposibilidad de cerrar un sentido y de
construir un relato acabado. Entonces
nos queda asumir con valentía la pérdida del sentido, y quizá en ese desierto
de significación algo aparezca.
III
De
las primeras cosas que veo cuando me acerco a la sala para entrevistar a Mariana
es la única pieza que está separada del todo, un tapiz de flores bordado
sin terminar, colgado hacia el final del pedestal/pasarela. El bordado respeta el
diseño de flores de la tela original, pero cambia los colores por unos más vívidos
y saturados. Hay dos imágenes me dice
Mariana, y su reflexión baña de sentido esa tela bordada que hasta entonces no
había visto más que como un bello ejercicio. Las dos imágenes se superponen,
una tapa a la otra, los colores vívidos de los hilos cubren, a la vez que
resaltan, los colores grises de una tela gastada.
Lo
que oculta también revela, lo que trasparenta también enmascara. La relación
paradójica de lo que se muestra y lo que se oculta, la relación entre superficie y representación[ii]. Su propio cuerpo
accionando como superficie, el cuerpo transparente que es carne, huesos,
espesor, fluidos o su propio cuerpo accionando como representación, un cuerpo confabulado[iii] que resalta su
ficcionalidad en la composición misma. La imagen plana, brillante, del cuerpo
de Mariana en “Make me up” o los figurines de cuerpos autómatas catalogando sus
looks de casamiento, representan, en un juego irónico, un canon vaciado de
humanidad. Las imágenes cristalizan modelos de unidad consumidos con voracidad ¿dónde
aparecen el dolor de espalda, los vellos de una mujer o el olor a veces
desagradable de la piel? Sin embargo las mismas imágenes configuran cuerpo. Mariana
es víctima y verdugo de su propio cuerpo y de los modelos sociales que en ella
operan. Es así como nuestras ansias de unidad nos llevan a una expectativa
ficcional, el cuerpo trasparente y verdadero es otra ficción, tanto como la
imagen. Seguimos buscando la presencia de lo real, del sentido, viendo la
totalidad de nuestros propios cuerpos solo a través de una imagen o de un
espejo. Quizá lo real, más que en lo que nombramos como totalidad o fragmento, esté
en aquello que lo une o separa.
Eugenia
González Mussano
[i] Término
acuñado por el antropólogo Gregory Bateson.
[ii] Sobre la
noción de superficie y representación en la pintura de Filiberto Menna.
[iii] Sobre el
cuerpo como una confabulación de Elina Matosso.